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miércoles, 7 de septiembre de 2016

Cuando veais las señales, sabed que esta a las puertas. Mat.24


Solo durante la semana pasada, se declararon 974 alertas de salud pública en el mundo. En España, sufrimos el primer brote de fiebre hemorrágica Crimea-Congo de Europa Occidental, y América Latina sigue luchando contra el Zika, una de las cuatro emergencias de salud pública de importancia internacional que se han declarado nunca.
Desde los años ochenta del siglo pasado los brotes epidémicos no han hecho sino crecer espoleados por el cambio climático, la globalización, los cambios demográficos, el desarrollo tecnológico y la evolución. Y no parece que la tendencia vaya a cambiar en un futuro cercano. Cada vez está más claro que nos encontramos a las puertas de la Era de las Epidemias y que este será uno de los retos que definirán el futuro.
El número de brotes infecciosos en el mundo no ha dejado de crecer
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En 2014, un equipo de investigación de la Universidad de Brown identificó todos los brotes de enfermedades infecciosas entre 1980 y 2010. Como podemos ver en la gráfica, en esos 30 años el número anual de brotes se triplicó en todo el mundo y las enfermedades causantes casi se doblaron.
En parte por esto, en 2007 entraron en vigor las regulaciones internacionales de salud de 2005 que daban a la Organización Mundial de la Salud una mayor capacidad para crear políticas internacionales contra las enfermedades internacionales. Desde entonces, la OMS ha declarado cuatro “emergencia de salud pública de importancia internacional” (la antesala de la fase 6 o ‘pandemia global’).
Lo curioso del asunto es que ninguna de estas emergencias fue provocada por un agente infeccioso nuevo y desconocido sino por un subtipo del virus de la gripe (un virus que conocemos desde hace, al menos 2400 años), la polio (descrita en 1789 pero que afectaba ya a los antiguos egipcios), el ébola (descubierto en 1976) y el Zika (conocido desde 1947).
¿Qué está pasando?
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Esta es la pregunta. ¿Por qué enfermedades que han estado entre nosotros desde hace tiempo, enfermedades que (al menos, algunas de ellas) hemos llegado a conocer y controlar muy bien, son capaces de generar epidemias a escala internacional? ¿No deberíamos estar preparados para combatirlas? ¿No deberíamos tener los medios tecnológicos y sanitarios para conseguir frenar esta tendencia?
Hay distintas teorías, pero en 1995, Stephen Morse escribió un trabajo en el que examinaba los factores fundamentales que estaban impulsando la emergencia global de las enfermedades infecciosas. Pese a que han pasado más de veinte años, estos fenómenos se han ido profundizando y vistos en perspectiva nos dibujan un mapa de las tensiones sociosanitarias del mundo de hoy. O, dicho de otra forma, estas son las fuerzas de cambio que están transformando (y revolucionando) la salud y la sociedad del siglo XXI.

Cambio climático y medioambiental

El primer gran vector de cambio son los cambios medioambientales. Algunos de ellos, producidos por la evolución de las prácticas agroganaderas y los cambios en los ecosistemas acuáticos han provocado el crecimiento de enfermedades como la fiebre hemorrágica argentina (o mal de los rastrojos), la esquistosomiasis o la fiebre del Valle del Rift.
Pero entre todos los subfactores, sin lugar a dudas el gran actor es el cambio climático. La deforestación y reforestación, las inundaciones, las hambrunas y las tenencias climáticas de fondo son un torpedo a la línea de flotación de los equilibrios de los ecosistemas.
Así, fenómenos como la rápidisima extensión del Zika, la epidemia del síndrome pulmonar por hantavirus en el suroeste de Estados Unidos en 1993 o el brote de cólera de Haití en 2010 tras el terremoto son ejemplos de cómo la degradación medioambiental es el terreno de juego ideal para las epidemias emergentes.
Más personas, más viajes, más comercio
El incremento de la población en todo el mundo, las migraciones, el turismo y el crecimiento de la población urbana son dinámicas de fondo que presentan nuevos retos sanitarios. Pero también guerras y conflictos civiles, los problemas urbanos y la pobreza y la desigualdad.
En realidad, todo esto significa sobre todo cambios en el comportamiento social y en las dinámicas culturales. La introducción y proliferación del VIH, el Denge o el Zika, la aparición de la malaria de aeropuerto y otras tantas enfermedades se deben a cambios sociales que van mucho más rápido que las políticas públicas.
Por otro lado, la globalización de las cadenas de distribución, procesamiento y empaquetado de comida; la mejora de la medicina, el aumento de trasplantes de órganos y tejidos o el uso indiscriminado de antibióticos han permitido el aumento de casos de hepatitis b y c, las bacterias multirresistentes o la aparición de la enfermedad de las vacas locas.

¿Estamos preparados?

Podría parecer que no. Los recortes, los problemas de financiación y el fracaso de muchos programas de prevención han sido protagonistas de la reaparición de la polio, de la tuberculosis en EEUU y de la primera muerte por difteria en 30 años en España el año pasado.
No obstante, pese a que los números absolutos siguen subiendo, los datos muestran que los casos por persona se están estancando. “Los datos sugieren que, pese al incremento del número total de brotes, las mejoras globales en prevención, detección temprana, control y tratamiento son cada vez más efectivas”.
Nuestra capacidad para controlar las posibles epidemias es más potente que nunca, pero la capacidad de las epidemias para aprovechar un fallo también lo es. Tenemos el enemigo a las puertas y esta es una batalla en la que no nos podemos permitir bajar la guardia
Comentario: Solo les recominedo remitirse a la enciclica Laudato Si del papa Francisco, las excusa para imponer la marca de la bestia, es el calentamiento global
 https://youtu.be/G8SNmZZtIDw

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