¿Quién era esta deidad que los israelitas del tiempo de Jeremías celebraban? y ¿por qué Dios estaba molesto por ello? El término reina del cielo aparece en la Biblia solo en el libro de Jeremías en el capítulo 7 y el 44 y es una de las deidades que Israel adoró antes de ser destruida.  Era tan generalizada la fiesta que se le celebraba que toda la familia participaba en ella: hijos, padres y mujeres. Dios le dijo a Jeremías que no orase por ellos porque la complicidad era generalizada,
Jer 7:18 Los hijos recogen la leña, los padres encienden el fuego, y las mujeres amasan la masa, para hacer tortas a la reina del cielo y para hacer ofrendas a dioses ajenos, para provocarme a ira.
Esta fue una de las razones que llevo a la ruina a la ciudad. Sin embargo era tan fuerte el arraigo y la creencia en esta deidad que aún después de la destrucción de Jerusalen este pueblo no había aprendido la lección. Aparentemente por un tiempo habían dejado de invocar y celebrarla pero no de corazón y cuando Dios les mandó a decir por medio de Jeremías que se apartaran de los dioses extraños ellos junto con sus mujeres respondieron:
Jer 44:17 sino que ciertamente pondremos por obra toda palabra que ha salido de nuestra boca, para ofrecer incienso a la reina del cielo, derramándole libaciones, como hemos hecho nosotros y nuestros padres, nuestros reyes y nuestros príncipes, en las ciudades de Judá y en las plazas de Jerusalén, y tuvimos abundancia de pan, y estuvimos alegres, y no vimos mal alguno. Jer 44:18 Mas desde que dejamos de ofrecer incienso a la reina del cielo y de derramarle libaciones, nos falta todo, y a espada y de hambre somos consumidos.
Ellos creían que dicha diosa les daba el pan y les hacía tener paz.
La reina del cielo era una “diosa madre”muy venerada en el mundo antiguo por su vinculación con la sexualidad y las fuentes de la vida. Recibía diferentes nombres dependiendo del lugar. En Mesopotamia recibía el nombre de Istar y se le identificaba con el planeta Venus. En Canaan le llamaban Astarté o Astarot. La motivación de las mujeres para adorar a Astarot se derivaba de su reputación como una diosa de la fertilidad, y, como la concepción de los hijos fue muy deseada entre las mujeres de la época, la adoración de la “Reina del Cielo” era rampante entre las civilizaciones paganas. Lamentablemente, se hizo popular entre los Israelitas también.

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Istar o Astarte

El diccionario de wikicristiano.org dice:
En un principio fue la patrona del amor sexual (tanto puro como liviano), la maternidad y la fertilidad. Sus imágenes la muestran desnuda con los rasgos sexuales grandemente destacados. En su culto se practicaba la prostitución como rito religioso, culto ya antiguo en Transjordania en tiempos de Abrahán, como lo prueba el nombre de la ciudad Astarot Karnaim* (Gn. 14:5). Los hebreos habrían adoptado la adoración de Astoret por el tiempo de los jueces (Jue. 2:13; 10:6), y hasta Salomón cayó ante ella (1 R. 11:5; 2 R. 23:13). Se han encontrado muchas estatuillas de la diosa en las excavaciones palestinas, lo que sugiere que muchas personas (mayormente mujeres) las habrían llevado sobre sí como amuletos..

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Istar

El Comentario Jamieson-Fausset-Brown nos dice:
“Los fenicios llamaban a la luna Astaroth o Astarte, la mujer de Baal o Moloch, el rey de los cielos. La pareja formada por ambas deidades simbolizaban las fuerzas procreativas de la naturaleza: de aquí provino la introducción de la prostitución como parte del culto. Los babilonios la adoraban como Mylitta, esto es, la generadora. Nuestro lunes indica la primitiva prevalencia del culto de la luna”
Hay otros quienes también asocian a esta diosa con Afrodita y Artemisa diosas griegas y Diana diosa de Efeso.

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Astarte

Sin embargo desde el principio Israel había sido advertido de la adoración a la luna, al sol o a las estrellas en las diferentes formas en que pudiesen aparecer:
Deu 4:19 No sea que alces tus ojos al cielo, y viendo el sol y la luna y las estrellas, y todo el ejército del cielo, seas impulsado, y te inclines a ellos y les sirvas; porque Jehová tu Dios los ha concedido a todos los pueblos debajo de todos los cielos.
En Apocalipsis  12 aparece la señal de una “mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre la cabeza” que dio a luz a un “hijo… que gobernará todas las naciones con vara de hierro”, la cual los interpretes han identificado como una alegoría de Israel o el pueblo de Dios pero no tiene nada que ver con esta deidad pagana.
El término reina del cielo se ha usado en siglos posteriores para referirse a la virgen María a partir del siglo V después del concilio de Efeso. En este concilio María fue proclamada “madre de Dios” (theotokos). El razonamiento es que si Jesús es el rey de reyes y María es la madre de Jesús(Dios-hombre) entonces María es reina del cielo y del universo. No obstante Jesús emitió una leve reprimenda a una mujer que gritó, “Bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste. Y él dijo: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.” (Lucas 11:27-28) Al hacerlo, Él restringió cualquier tendencia a elevar a María como un objeto de culto.
El culto a la mujer parece cosa del pasado, podemos decir, de épocas arcaicas, pero no lo es si nos fijamos en el enorme narcisismo de la actualidad. Según investigaciones en la universidad Rey Juan Carlos son las mujeres las más proclives a este culto. Fuera del saludable cuidado del cuerpo y de la estética el deseo de la mujer de hoy es el de tener cuerpos perfectos y juveniles para lo cual se recurre a la cirugía plástica, cosméticos, colonias y adelgazantes. Los hombres no se quedan atrás en alabar la figura de lo que parece la perfección y mientras que antes se ensalzaban las propiedades maternales son ahora los atributos sexuales los que más atraen y los medios de comunicación son los promotores de este culto hedonista. Es un pecado no ser sexi o no tener un cuerpo esbelto y curvilíneo y las ofrendas son el dinero y las luces de las cámaras. La imagen importa más que la esencia, lo de afuera que lo de adentro. Hoy corremos el riesgo de idolatrarnos a nosotros mismos y a las figuras de la pantalla a las que llamamos estrellas o modelos, a los que colgamos sus posters en la pared de la habitación.