La mente humana se rebela frente al dogma de un infierno eterno. La idea de que los réprobos o impíos sufrirán los tormentos de un horno de fuego que arderá perpetuamente, por todos los siglos de la eternidad, para continuar quemándolos sin consumirlos, produciéndoles sufrimientos angustiosos sin esperanza alguna de terminación, es una enseñanza cruel que ha producido mucha angustia mental, y que ha producido a miles a declararse ateos.
En tanto que el infierno para algunos es una realidad tremenda e indiscutible que los mantiene constantemente azorados, para los escépticos es sólo una invención pueril y supersticiosa que usan los clérigos para mantener el dominio de las conciencias.
¿Qué es el "Infierno"?
Analicemos pues el infierno en sus diferentes características: su naturaleza y destino original; su propósito y resultados; su duración; el tiempo en que realizará su obra.
La palabra "Infierno", que se utiliza en el Antiguo Testamento, ha sido traducida del vocablo hebreo Sheól, que significa literalmente "sepulcro", "sepultura", "huesa", "abismo", "fosa". Esta voz hebrea ha sido traducida en decenas de pasajes del Antiguo Testamento como "sepulcro", y unas pocas veces ha sido vertida como "Infierno". Pero en estos casos, así como los anteriores, no significa sino 'sepulcro", o "sepultura".
En el Nuevo Testamento, "Infierno" responde a dos vocablos griegos. El primero es Hádes, que significa literalmente "sepulcro", o "muerte". El segundo es Gehénna, nombre dado primeramente al valle de Hinnón, al sur de Jerusalén donde se echaban los desperdicios y además los cadáveres de los animales y también de los maleantes, que eran quemados en ese lugar.
Dejando de lado todos los pasajes en que la palabra responde al original Sheól-Hádes, casos en los cuales no tiene otro sentido que "estado de muerte" o "sepulcro", analicemos los lugares en que el original se emplea la voz griega Gehénna. En ellos, la palabra "Infierno" designa un lugar especial en que los que hayan rechazado la misericordia de Dios serán destruidos por el fuego. Así por ejemplo, en el Sermón del Monte, Jesús advierte sobre las funestas consecuencias de guardar enojo y rencor en el corazón, con estas palabras: "Pero yo os digo, cualquiera que se enoje con su hermano, será culpado del juicio. Cualquiera que diga a su hermano: "Imbécil" será culpado ante el sanedrín. Y cualquiera que le diga: 'Fatuo'~ estará en peligro del fuego del infierno." (Mt. 5: 22).
Aquí se establece que el infierno será a base de fuego, y que tendrá por propósito castigar al pecador.
Lo mismo se advierte en este otro pasaje: "Si tu ojo te fuere ocasión de caer sácalo y échalo de ti: mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos
y ser echado en el infierno de fuego." (Mt. 18: 9). En confirmación de estos pasajes, en Apoc. 20: 15 leemos que: "el que no fue hallado escrito en el Libro de la Vida, fue lanzado en el lago de fuego." Aquí se da un nombre distinto al castigo final de los perdidos, denominándose "Lago de Fuego" a lo que en 5. Mateo el Señor llama "Infierno de Fuego
Es de interés sin embargo recordar que ese infierno nunca fue hecho para los seres humanos. Su propósito original fue destruir a los seres celestiales que se rebelaron contra el gobierno de Dios y provocaron toda la tragedia de este mundo: al diablo y sus ángeles o demonios. Así lo declara el Nuevo Testamento al relatar las palabras que el Maestro les dirá en el día de ajuste final de cuentas a los que no hayan permitido que el Evangelio los librara del pecado: "Entonces dirá a los de la izquierda: 'Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles. "(Mateo 25: 41).
No existe un lugar definido del universo en el cual en este momento estén ardiendo los pecadores. El infierno de la Biblia, el lago de fuego y azufre que terminará con la rebelión y el pecado, estará constituido por nuestro propio planeta, cuyos elementos serán abrasados y se fundirán, al final de los tiempos, cuando llegue la hora en que Dios ejecute sentencia. Así lo establece la Segunda Epístola de 5. Pedro al decir: "y los cielos y la tierra de ahora son conservados por la misma Palabra, guardados para el fuego del día del juicio, y de la destrucción de los hombres impíos." (2 Pedro 3: 7).
Nótese que la tierra y los cielos atmosféricos que la rodean, están reservados para el día del juicio, en que serán destruidos por fuego, juntamente con los hombres impíos. Este concepto se halla más aclarado en los pasajes siguientes del mismo capítulo: "Pero el día del Señor vendrá como ladrón. Entonces los cielos desaparecerán con gran estruendo; los elementos serán destruidos por el fuego, y la tierra y todas sus obras serán quemadas. Siendo que todo será destruido, ¿qué clase de personas debéis ser en santa y piadosa conducta, esperando y acelerando la venida del día de Dios? En ese día los cielos serán encendidos y deshechos, y los elementos se fundirán abrasados por el fuego." (2 Pedro 3: 10-12). Insiste el apóstol en que toda esta labor destructiva se hará "en el día del juicio", "el día del Señor", "el día de Dios".
Mal podrían los pecadores estar ardiendo en estos momentos en las torturantes llamas de un infierno actual -fruto de la fantasía y los dogmas populares- cuando la misma Escritura establece la inconsciencia total y absoluta de los muertos (Jn. 11: 11;
Ecl. 9: 5, 6; Salmos 146: 4), hasta el día de la resurrección, en que recibirán el pago conforme a sus obras (Jn. 5: 28, 29).
Hay un infierno eterno?
¿Qué duración tiene el castigo eterno del infierno? ¿Por cuánto tiempo continuará ardiendo la tierra y quemándose los pecadores?
Ese infierno dura tan sólo mientras realiza su obra triste pero necesaria de purificar la tierra por el fuego y destruir a Satanás, origen de todo engaño, pecado y dolor, a sus ángeles secuaces, y a los seres humanos que, desoyendo los llamados de la misericordia de Dios, prefirieron aferrarse al pecado rechazando el plan de gratuita salvación por Cristo Jesús.
Tres expresiones aparentemente arduas:
a) Fuego inextinguible; fuego que nunca se apaga:
(Mt. 3:12; Lc. 3:17; Mr. 9: 44).
Estos versículos hablan del fuego que devorará a los impíos, y usan una mera figura literaria, una hipérbole, que no puede entenderse literalmente, sino que es menester interpretarla en función de todo el conjunto de declaraciones bíblicas que tratan del mismo problema.
Ese fuego que "nunca se apaga", se apagará sin embargo cuando haya cumplido su obra de consumir y destruir a Satanás y sus ángeles, a todos los impíos y la tierra entera con sus elementos. Así pues, la tierra que estaba ardiendo, Juan la vio por fin transformada en un precioso vergel. El "fuego que nunca se apaga" mientras tenga algo que quemar, se habrá apagado.
b) "Fuego eterno; tormento eterno":
(Mt. 18: 8; Mt. 25: 46).
La palabra "eterno" y la expresión para siempre" no denotan en todos los casos -en la Biblia- duración ilimitada. Por ejemplo, en el libro de Éxodo, al hablarse del sistema de servidumbre entre los hebreos, se estableció que a los 7 años prefería quedar voluntariamente con su amo y no aprovechar la franquicia de su liberación gratuita, seria "siervo para siempre" (Ex. 21: 2-6).
Pero en Levítico 25: 39-4 1, se establece que toda servidumbre cesa automáticamente en el año del Jubileo; de manera que para "siempre" no implica perpetuidad.
El profeta Jonás se refiere al tiempo que estuvo en el vientre de un pez con estas palabras: "La tierra echó sus cerraduras sobre mí para siempre ". Pero a renglón seguido dice: "Más tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová, Dios mío" (Jonás 2: 6-7). De manera que otra vez la expresión "para siempre" denota un tiempo muy limitado.
En Judas leemos lo siguiente sobre el castigo de los ángeles caídos: "También a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha reservado en oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día." (Judas 6).
De igual manera el mismo Judas dice en el versículo 7 que las corrompidas ciudades de Sodoma y Gomorra "sufrieron el castigo del fuego eterno, y fueron puestas por ejemplo." Aquí se alude al fuego que Dios hizo descender del cielo y que consumió a esas ciudades, y no al fuego del juicio venidero, pues Jesús, al hablar del castigo definitivo de Sodoma y Gomorra habla en futuro (Mt. 10: 15). Mas lo interesante es que el fuego que consumió a Sodoma y Gomorra y al que la Biblia llama "eterno", hace rato que ya no arde. Otra vez se advierte que la palabra "eterno" no denota en estos casos duración ilimitada.
¿Qué son entonces el "fuego eterno" y el "tormento eterno"? son un fuego y un tormento de consecuencias eternas, pues anularán completamente la personalidad, no dejándole "ni raíz ni rama". Un ejemplo de esta acepción del vocablo "eterno" lo tenemos en los siguientes dos casos:
2 Tesalonicenses 1: 9: "Serán castigados de eterna perdíción '~. Hebreos 6: 2: "Juicio Eterno ".
Ni el juicio o examen ni la perdición son algo iterativo, que continúa realizándose a través de toda una eternidad. Por consiguiente, es obvio que tanto la perdición como el examen del caso de los seres humanos que se hace en el juicio investigador, son eternos en sus consecuencias. Así lo es el fuego destructor de los impíos.
c) "Para siempre jamás":
(Apoc. 20: 10).
El tercer pasaje intrigante es el de Apoc. 20: 10 que dice: "Y el diablo que los engañaba, fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde están también la bestia y el falso profeta. Y serán atormentados día y noche para siempre jamás."
La partícula griega "eis", que en la versión Reina-Valera se traduce muy bien por "para", denota "dirección hacia", "movimiento a". "Atormentados... para siempre jamás" no implica un tormento que continua realizándose en forma iterativa durante los siglos de los siglos, sino un castigo cuyas consecuencias duran para siempre. Todavía hoy usamos expresiones como "aprende para siempre", le decimos a un niño, al administrarle algún correctivo. "vas a escarmentar para siempre", etc.
Entender de otra manera el texto en cuestión sería afirmar que la Biblia se contradice, y pretende edificar la teoría del tormento eterno sobre uno o dos textos que utilizan una figura literaria, desconociendo toda una imponente cantidad de sentencias bíblicas sobre el mismo asunto, las cuales establecen con absoluta certidumbre el propósito de Dios de terminar en forma radical y definitiva con el pecado y los pecadores.
Basados en la autoridad infalible de la Palabra de Dios, rechazamos de plano la idea de un infierno eterno, a la cual no pueden escapar los teólogos que aceptan como dogma la inmortalidad inherente del alma. Si el alma no puede morir, y tiene que seguir viviendo eternamente después que el hombre muere, por ser indestructible, habiendo llevado una vida depravada el ser humano estaría forzosamente obligada a existir por toda la eternidad para sufrir un castigo interminable.
Rechazamos esta enseñanza en primer lugar por ilógica, absurda y obviamente injusta, pues va contra nuestro sentido común. El más elemental concepto de justicia impugna el proceder de un Dios que somete al peor de los suplicios en forma interminable a los seres humanos que, por degenerados y perversos que sean, no viven más de ochenta o noventa años. Y por este lapso de maldad, ¿debe sufrir un hombre o una mujer el más doloroso de los tormentos, es a saber, el de quemarse vivo, y continuar quemándose sin consumirse ni perder el conocimiento, no una hora, ni un día, ni un año o un siglo, ni un millón de siglos, sino durante todos los millones de siglos de la eternidad?
Por otro lado, esta doctrina se halla en total desacuerdo con el cuadro que la Biblia nos presenta de un Dios que, a la vez que justo, es misericordioso y pleno de amor. Tan cierto es esto que cuando el apóstol San Juan quiere destacar la característica que más define a la Divinidad afirma: "El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor." (1 Jn. 4: 8). Un Jesús, Hijo de Dios, que cuando estuvo en la tierra se complacía en tomar a los niños en sus rodillas para acariciarlos y bendecirlos, y que depuso su vida por la salvación de los humanos, no puede complacerse en quemarlos por toda la eternidad sin aplacarse jamás. Este dogma desnaturaliza al Dios de amor para reemplazarlo por un Dios cruelmente implacable.
En tercer lugar esta idea de un infierno eterno es totalmente antibíblica y anticristiana porque induce a los hombres a actuar por temor y no por amor. En base a esta falsa doctrina, los hombres con tendencias religiosas son inducidas a reconciliarse con Dios movidos por un sentimiento de miedo, y no de amante obediencia, y algunos sistemas teológicos han echado mano de esta vivencia de terror, que despierta en el alma la sola mención del infierno eterno, erigiéndola en la motivación básica de su prédica.
Esto contraría el móvil fundamental del cristianismo auténtico, que es el amor, La Palabra de Dios declara que "El amor de Dios está derramado en vuestros corazones" (Romanos 5: 5), y que "el perfecto amor echa fuera el temor" (1 Jn. 4:18). Pablo agrega:
"El amor de Cristo nos constriñe" (2 Cor. 5:14).
Hay un cuarto sentido en que el dogma de un castigo eterno contradice las enseñanzas de la Biblia: perpetúa e inmortaliza el pecado, el dolor y el sufrimiento, conservando en el universo de Dios una mancha, en tanto que la Escritura afirma categóricamente: "Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. Y no habrá más muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron. "(Apoc. 21: 4).
No pueden los salvos estar felices en el reino eterno de Dios si saben que en el infierno están sufriendo dolores atroces y perpetuos seres queridos, hijos, padres, hermanos y amigos.
Además, Dios tendría que seguir sosteniendo milagrosamente la vida de las infortunadas víctimas, es decir, evitando que se consumieran en las llamas, con el propósito de obligarlas a padecer un castigo que nunca termina. Esto rebaja a un Dios de excelsa nobleza y de inefable bondad a la categoría de un ser vil.
Existe una cantidad impresionante de pasajes bíblicos que corroboran este hecho fundamental de la destrucción definitiva y completa de los impíos, vale decir de aquellos que no hayan aceptado a Jesús en su vida, sino que se hayan aferrado al pecado. Y aun corriendo el riesgo de abundar en estas consideraciones, y sólo con el ánimo de sentar de una manera rotunda e incontrovertible la verdad de que se trata de una muerte real y definitiva, de la anulación total de los que hayan rechazado la misericordiosa provisión divina, detallamos a continuación una serie de veinte pasajes bíblicos, que por cierto podrían multiplicarse, y que, uti1izando distintos verbos, nos presentan una extraordinaria reiteración de esta verdad. Frente a la referencia bíblica correspondiente, transmitiremos sólo la expresión clave:
o Salmos 68:2: "Perecerán los impíos ".
o Apoc. 20:9: "Descendió fuego del cielo, y los devoró ".
o Isaías 1:28: "Serán consumidos ".
o Nahum 1:10: "Serán consumidos como las estopas
o Hebreos 10:27: "Hervor de fuego que ha de devorar ".
o Romanos 2:12: "Perecerán ".
o Salmos 59:13: "Acábalos, para que no sean ".
o Salmos 145:20: "Destruirá a los impíos ".
o Mateo 3:12: "Quemará la paja".
o Isaías 1:31: "El fuerte será como estopa ".
o Salmos 104:35: "Sean consumidos de la tierra los pecadores, y los impíos dejen de ser ".
o Salmos 92:7: 'Para ser destruidos eternamente"
o Salmos 92:9: 'Perecerán tus enemigos".
o Salmos 3 7:28: "La simiente de los impíos será extirpada ".
o Salmos 37:22: "Los malditos de él serán talados ".
o Salmos 37:38: "La postrimería de los impíos fue talada ".
o Salmos 94:23: "Los destruirá por su propia maldad los talará Jehová ".
o Apoc. 2 1:8: "Su parte será en el lago ardiendo, ...que es la muerte segunda ".
o Malaquías 4:1: "Viene el día ardiente como un horno. Y todos los soberbios, todos los malhechores serán estopa. Y ese día que está por llegar los abrasar4 y no quedará de ellos ni raíz ni rama -dice el Eterno Todopoderoso."
o Romanos 6:23: "La paga del pecado es muerte
o Ezequiel 28:19: 'Rara siempre dejarás de ser
Cualquier comentado adicional a estos textos es superfluo ante la claridad contundente con que los mismos reiteran la destrucción completa de los réprobos.
Por esta razón el Señor hace este mego amoroso, ahora cuando está al alcance de los hijos de Adán prevenirse de la destrucción eterna, y tomar las providencias del caso:
"Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado, y adquirid un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué moriréis, casa de Israel? No me complazco en la muerte del que muere -dice el Señor, el Eterna-. Convertíos, pues y vivid. "(Eze. 18: 3 1-32).
Estas palabras son dictadas por el tierno amor que Dios profesa hacia cada uno de nosotros, seres hechos a su imagen y semejanza. Aun cuando hacemos frente a las debilidades de la carne, y nos vemos sometidos a los efectos del pecado, que es violación a la ley divina, si aceptamos la invitación de Dios, sometiéndonos a la influencia de su poder en nuestros corazones, seremos transformados y convertidos; recibiremos un corazón nuevo, y estaremos así preparados para morar en el eterno reino de justicia, paz y felicidad, donde todo será dicha, alegría y perfección.
He ahí el destino glorioso que Dios tiene reservado para cada uno de nosotros, 51 tan sólo decide someterse al maravilloso plan divino que transforma y marca nuevos rumbos a la vida.
CONCLUSION:
Cuando Dios finalice la extraña operación de limpiar esta tierra de pecado, cuando nuestro planeta deje de ser el lago de fuego en que se convertirá por breve lapso, se cristalizará la magnifica y grandiosa visión profética en que Dios le mostró al amado apóstol las glorias inefables del Edén restaurado:
"Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido, y el mar ya no existía más. Y yo, Juan, vila santa ciudad, la Nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, engalanada como una novia para su esposo. Y oí una gran voz del cielo que dijo: "Ahora la morada de Dios está con los hombres, y él habitará con ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos, y será su Dios. Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. Y no habrá más muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron."
Apocalipsis 21: 1-4.
Dios anhela que cada ser humano llegue a disfrutar del inefable gozo permanente de este mundo radiante del futuro.