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sábado, 2 de septiembre de 2017

Cristo Dirige Su Iglesia

La iglesia no es la opinión de una persona


«Y si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada corno debería saberlo».1 Corintios 8: 2


EL REDENTOR DEL MUNDO invistió a su iglesia con gran poder. Presenta las reglas que deben aplicarse a los casos en que se juzga a los miembros. Después de dar indicaciones explícitas en cuanto a la conducta que se ha de seguir, dice: «Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo» (Mat. 18: 18, NVI). De manera que aun la autoridad celestial ratifica la disciplina de la iglesia con respecto a sus miembros, cuando se ha seguido la regla bíblica.

La Palabra de Dios no da licencia a ningún ser humano para oponer su juicio al de la iglesia, ni le permite insistir en sus opiniones contrarias a las de la misma. Si no hubiera disciplina ni gobierno de la iglesia, esta se reduciría a fragmentos; no podría mantenerse unida como un cuerpo. Siempre hubo seres humanos de espíritu independiente, que aseveraron que estaban en lo correcto, que Dios los había instruido, impresionado y conducido en forma especial. Cada uno tiene una teoría propia, opiniones que le son peculiares, y cada uno sostiene que sus opiniones están de acuerdo con la Palabra de Dios. Cada cual sustenta diferente teoría y fe, aunque todos aseguran tener una luz especial de Dios. Apartan a los demás del cuerpo y cada uno es en sí mismo una iglesia separada. Todos no pueden estar en lo cierto, y sin embargo, se declaran conducidos por el Señor. La palabra de la inspiración no es sí y no, sino sí y amén en Cristo Jesús

Después de impartir sus instrucciones, nuestro Salvador promete que si dos tres se unen para pedir algo a Dios, eso les será concedido. Cristo demuestra con esto  que  debe haber unión con los demás, aun para desear un objetivo determinado. Se da gran importancia a la oración unánime, a la unión de propósito. Dios oye las oraciones de las personas; pero en esta ocasión Jesús dio lecciones sumamente importantes que se relacionaban en especial con su iglesia recién organizada en la tierra. Debe haber acuerdo entre lo que se desea y por lo que se ora. No debía tratarse simplemente de los  pensamientos y la actividad de una mente expuesta a engaño; la petición debía reflejar el deseo ferviente de varias mentes concentradas en el mismo punto.— Testimoni0S para la iglesia, t. 3, pp. 471-472.

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