"No temais, Manada Pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino". Lucas 12:32
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lunes, 31 de mayo de 2021
domingo, 23 de mayo de 2021
La Ley de Dios, Santa Justa y Buena
FUE PABLO EL QUE MURIÓ Y NO LA LEY
El cambio maravilloso de Pablo
Pablo dice que "en cuanto a ley" -en lo que respecta a actos externos- era "irreprensible"; pero cuando discernió el carácter espiritual de la ley, cuando se miró en el santo espejo, se vio a sí mismo pecador.
Juzgado por una norma humana, se había abstenido de pecado; pero cuando miró dentro de las profundidades de la ley de Dios, y se vio a sí mismo como Dios lo veía, se inclinó humildemente y confesó su culpa.
No se apartó del espejo ni se olvidó qué clase de hombre era, sino que experimentó verdadero arrepentimiento ante Dios y tuvo fe en nuestro Señor Jesucristo. Fue lavado, fue limpiado. Dice:
"Tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás. Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto. Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí".
El pecado entonces apareció en su verdadero horror, y desapareció su amor propio. Se volvió humilde. Ya no se atribuyó más bondad y mérito a sí mismo. Dejó de tener más alto concepto de sí mismo que el que debía tener, y atribuyó toda la gloria a Dios. No tuvo más ambición de grandezas. Dejó de desear venganza, y no fue más sensible al reproche, al desdén o al desprecio. No buscó más la unión con el mundo, posición social u honores. No derribó a otros para ensalzarse él. Se volvió manso, condescendiente, dócil y humilde de corazón, porque había aprendido su lección en la escuela de Cristo. Hablaba de Jesús y su amor incomparable, y crecía más y más a su imagen. Dedicaba todas sus energías a ganar almas para Cristo. Cuando le sobrevenían pruebas debido a su abnegada labor por las almas, se inclinaba en oración y aumentaba su amor por ellas. Su vida estaba escondida con Cristo en Dios, y amaba a Jesús con todo el ardor de su alma. Amaba a cada iglesia; se interesaba en cada miembro de iglesia, pues consideraba que cada alma había sido comprada con la sangre de Cristo (RH 22-7-1890).
La ley de Dios no murió
El apóstol Pablo al relatar sus experiencias presenta una importante verdad acerca de la obra que debe efectuarse en la conversión. Dice: "Yo sin la ley vivía en un tiempo -no sentía ninguna condenación-; pero venido el mandamiento -cuando la ley de Dios se manifestó con fuerza en su conciencia-, el pecado revivió y yo morí". Entonces se consideró pecador, condenado por la ley divina. Obsérvese que fue Pablo el que murió, y no la ley ( 4SP 297 ).
La ley mantiene su dignidad. (Efesios 1:7)
A través del plan de salvación la ley mantiene su dignidad al condenar al pecador, y el pecador puede ser salvado mediante la propiciación de Cristo por nuestros pecados, "en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados". La ley no ha sido cambiada en ningún sentido, para amoldarse al hombre en su condición caída. Permanece como siempre ha sido: santa, justa y buena (RH 23 -5 -1899).
miércoles, 19 de mayo de 2021
"Sed Pues Vosotros Perfectos" Marcos 5:48. Joe Crews
¿Es Posible Vivir Sin Pecar? / Joe Crews
Hace poco leí la sorprendente historia de un hombre que se sometió a un experimento científico de hipnotismo. Mientras estaba en trance bajo la influencia de una luz hipnótica, al individuo se le ordenaba tomar un vaso de la mesa y aunque era fuerte y de tipo atlético, el hombre no pudo mover el vaso de su posición. Sus más acerbos esfuerzos no le permitieron levantar el tan liviano vaso que hasta un niño podía mover.
¿Por qué no pudo él hacerlo? Porque los científicos, después de ponerlo en estado de trance, la habían dicho que era imposible que levantara el vaso. Debido a que su mente estaba convencida de que no lo podía hacer, su cuerpo fue incapaz de llevar a cabo la orden de levantarlo. ¡Qué demostración más dramática de que ninguna persona puede obedecer órdenes que cree imposible realizar!
¿Es esta la razón por la cual tantos cristianos están viviendo vidas débiles y de derrota? No hay duda alguna de que la teología moderna y popular ha estado enseñando a millones que nadie puede vivir sin pecar. Los diez mandamientos han sido vistos como un código idealista que surgió solamente con el propósito de hacer que la gente sea consciente de su necesidad.
Muchos cristianos modernos están tomando cada vez más una posición liviana y permisiva en cuanto al tema de guardar la Ley. Ellos creen que el amor de Dios es incompatible con reglas estrictas y las penalidades que surgen al violarlas. Esta es una doctrina muy confortable pero completamente extraña a lo que enseña la Biblia. Millones son acondicionados a quebrantar la gran ley moral del universo ¡sin sentir ninguna culpa! La Palabra de Dios no le da excusa a nadie para sentirse tranquilo acerca del pecado. Es el problema central de cada persona que haya nacido en esta tierra. Como una enfermedad altamente contagiosa, el pecado ha infectado a cada alma con los gérmenes de la muerte, y ninguna cura o impedimento terrenal se ha encontrado para detener el fatal progreso de dicha enfermedad.
Desde la primera vez que apareció el pecado en el jardín del Edén ha sido completamente destructivo de todo lo bueno. Nunca, bajo ninguna circunstancia ha podido éste coexistir con la justicia y la santidad. Los requerimientos de Dios hacen absolutamente imposible que el pecado o la desobedi3encia sean parte del estilo de vida del cristiano. La nueva tolerancia a éste, no es bíblica bajo ningún punto de vista. Jesús vino a salvar a las personas del pecado; vino a destruirlo. El pecado nunca entrará al cielo. Nuestra actitud hacia el pecado debe ser intransigente. No puede haber duda en cuanto a hacerlo aceptable o disminuir su cantidad o cambiar su forma. Debe ser destruido. Y la única manera de erradicarlo consiste en recibir la plenitud de Jesucristo y su gracia en esta vida. Qué extraño es que tantos miembros de iglesia ahora se hayan vuelto tan apologéticos en cuanto al pecado, como si no fuera posible triunfar en la vida cristiana. ¡Con qué atrevimiento tergiversamos el poder de la gracia de Dios en el Evangelio! Jesús ya venció al enemigo y ningún cristiano debería estar intimidado por un enemigo inferior y vencido. No tenemos ningún argumento al justificar la transgresión de los diez mandamientos.
Es algo muy serio involucrarse voluntariamente en un acto de pecado, pero es infinitamente mortal defenderlo como algo que no puede ser prevenido. Decir que la victoria es imposible es negar la eficacia del evangelio y desmentir una gran porción de las Escrituras inspiradas. Además, ayuda a respaldar la acusación original de Satanás en contra de Dios y da una seguridad falsa y paralizante a todo aquel que cree en esto. A menudo las personas son defensoras del pecado porque no han podido dejar de practicarlo en su propia fuerza. Por ejemplo, cuando ellos no pueden dejar de fumar, deben encontrar algún razonamiento que justifique este hecho en sus vidas. En vez de hacer la humillante confesión de que no pueden vencer, inventan argumentos como que el fumar no hace daño o que nadie puede ser perfecto. O la doctrina popular y conveniente de que nadie puede vivir sin pecar de todas maneras. Es probablemente seguro decir que hoy la mayoría de los cristianos están resignados a decaer en la ley moral. De hecho, ellos están casi satisfechos que Dios ni siquiera espera que ellos cumplan la ley completamente, ni en la carne, ni en el espíritu. El efecto de tal enseñanza es exactamente lo que uno esperaría: multitudes de miembros de iglesia emocionalmente felices, pero desobedientes, quienes sienten que cualquier asunto acerca de guardar los mandamientos es puntilloso y legalista. ¡Qué estrategia tan engañosa la de Satanás! Como inventor de la doctrina, el enemigo está simplemente apoyando su antigua acusación de que Dios estaba exigiendo mucho.
Él acusó a Dios de ser injusto al pedir algo que era imposible. Él fue capaz de convencer a una tercera parte de los ángeles argumentando que Dios era irrazonable al esperar obediencia de Su ley. Satanás ha intentado que todos crean esto desde ese tiempo. Medite en esto por un momento y todo el escenario empezará a tener un sentido diabólico. Satanás sabe que el pecado es la única cosa que excluirá a todos del cielo. Ya que el pecado es “transgresión de la ley”, él tenía que perfeccionar un plan para hacer que las personas vieran sin importancia el quebrantar la ley de Dios y hacer que esto pareciera inobjetable. 1 Juan 3:4. Para hacer que la idea fuera aceptada por los cristianos, Satanás en realidad la disfrazó como una doctrina y la insertó en un cristianismo comprometido.
En cada cruzada evangelística encontramos esta doctrina de una forma u otra, usualmente en los puntos de la ley y el Sábado.
Los inconvenientes clamores a la obediencia son obviados con un: “Bueno, pero, de todas maneras, nadie puede guardar los diez mandamientos”. Pero el problema no termina allí. Aun los cristianos que han aceptado los requerimientos de la ley moral no están muy preocupados tampoco de cómo los van a cumplir. De una manera muy sutil han sido afectados por la creencia prevaleciente de que preocuparse demasiado por la obediencia es una forma de salvación por las obras. Increíblemente, algunos parecen tan temerosos de guardar la ley al pie de la letra que en realidad hacen provisión para quebrantarla. Al hacer esto, ellos contrariamente se alientan a sí mismos por no ser legalistas.
¿Cómo puede la gente comprometida a guardar la ley llegar a tales contradicciones tan confusas? exponerse a un falso concepto de justificación por la fe es solo parte de la respuesta. La mayor parte del problema radica en la falla humana y en la debilidad de la carne. Ya que se encuentran a sí mismos tambaleando en sus esfuerzos por ser perfectos, finalmente llegan a la conclusión que es imposible no pecar. Desde ese punto es fácil comenzar a interpretar los textos bíblicos para apoyar su débil experiencia. Satanás explotó la inclinación psicológica de la mente humana para que racionalizara, y pronto ellos desarrollaron una cómoda doctrina que se ajusta a su desviación ocasional de la ley.
Como consecuencia, la mayoría de los cristianos hoy están resignados a una experiencia de victoria-derrota, victoria-derrota. Para ellos es el estilo de vida aprobado por el cristianismo normal. Pero en esta posición hay algo peligrosamente equivocado. En primer lugar, la doctrina nunca debería estar basada en los sentimientos o la experiencia humana. Debe estar enraizada en la enseñanza sencilla e inequívoca de la Palabra de Dios.
Es cierto que los textos bíblicos pueden ser unidos de tal manera que parezca que apoya la doctrina de la imperfección espiritual. Estamos seguros que todos hemos pecado, que la mente carnal es enemistad contra Dios, y que la justicia del hombre es como trapos de inmundicia. Pero todos los versículos acerca de la caída, el pecado y la derrota están en referencia a la experiencia irregenerada de una persona. Hay literalmente montones de otros textos que describen una experiencia opuesta de victoria total y de vida sin pecado.
En cada caso ellos se están refiriendo a la vida llena del Espíritu Santo de un convertido y comprometido hijo de Dios. Debemos reconocer siempre la diferencia al leer las Escrituras. El Evangelio de Jesucristo es poder de Dios para salvación. Su gracia es más fuerte que todas las fuerzas concentradas del mal. Jesús vino a salvar a Su pueblo de sus pecados. Nadie que lea inteligentemente el capítulo seis de Romanos puede creer que el cristiano está libre para practicar el pecado.
Pablo acaba con la doctrina que un cristiano debe estar cayendo en pecado. Es verdad que hay provisión de purificación en caso que se cometa pecado, pero el plan perfecto de Dios hizo posible que el hombre venciera cada pecado y viviera una vida de perfecta obediencia a través de Cristo. De hecho, las promesas de la Biblia son tan claras y específicas en este punto que es difícil confundirse.
Ningún significado misterioso o reserva escondida puede ser encontrada en la miríada de textos que describen la experiencia victoriosa de un hijo de Dios nacido de nuevo. Y solo porque alguno no haya crecido a tal plenitud de fe que lleva a constante victoria, éste no debiera, por lo tanto, negar el poder de Dios que ofrece tal liberación. Cuando Pedro comenzó a hundirse en el mar de Galilea, no fue porque haya fallado el plan o el poder de Dios. Pedro pudo haber racionalizado, como tantos cristianos modernos, y decir: “Dios no quería que yo caminara sobre el agua, y además es imposible que alguien llegue a hacer eso de todas maneras”. Como nuestros primeros padres, todavía tenemos la tendencia de culpar a Dios cuando fallamos en seguir su plan de santidad
» Se Promete Victoria Total
El Espíritu de Dios parece haber anticipado la lucha por la cual muchos atravesarían al aceptar la seguridad bíblica de una victoria total. Consecuentemente los escritores inspirados fueron movidos a usar un lenguaje casi fanático para describir las posibilidades de vencer el pecado. Se usan expresiones superlativas que en realidad dejan perpleja la mente. En vez de decir que podemos ser salvos, la Biblia dice que podemos ser “salvos hasta lo sumo”. Heb. 7:25. No dice que podemos vencer, sino que se nos asegura que podemos ser “más que vencedores”. Rom. 8:37. En lugar de decir que solo podemos triunfar, se nos dice que podemos “triunfar siempre”. 2 Cor. 2:14.
En vez de prometer cualquier cosa que pidamos para ayudarnos en nuestras batallas espirituales, la Biblia dice que Él nos dará “mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”. Efe. 3:20. Y justamente el versículo anterior a ese, claramente garantiza que podemos ser “llenos de toda la plenitud de Dios”. Efe. 3:19.
Es preciso reconocer, que muchas de estas promesas son demasiado amplias para una plena comprensión de la mente humana, pero ciertamente tienen la intención de impresionarnos con la grandeza de los recursos que Dios tiene para nuestro beneficio.
Si el lenguaje parece exagerado es tan solo porque nuestra fe es demasiado débil y nuestra carne también para creer que tal pureza y santificación pudieran llegar a cumplirse en nosotros. Tenemos la tendencia a confiar en nuestros sentimientos más que en la Palabra de Dios.
¿Es importante creer en las promesas
exactamente como se leen?
Sí, porque es solo a través de esas promesas que se puede lograr la liberación. “Por las cuales nos son dadas preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que está en el mundo por la concupiscencia”. 2 Pedro 1:4. Observen que es “por ellas” que nos escapamos a la corrupción del pecado. ¿Qué son “ellas”? Las promesas de Dios.
La secuencia de la victoria está claramente delineada en este texto fantástico.
Por fe en la promesa llegamos a ser partícipes de la naturaleza divina, y a través de esa nueva naturaleza en nosotros somos capaces de escapar a la corrupción del pecado. En otras palabras, todo depende de la rendición y compromiso de uno mismo al Espíritu de Cristo que mora en nosotros.
“Sin mí”, dijo Jesús “nada podéis hacer”. Juan 15:5. Igualmente importante es el comentario inspirado de Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Fil. 4:13. Esa pequeña expresión “todo” es la clave para la victoria de todos nosotros. Incluye poder sobre las drogas, la inmoralidad, el apetito, el orgullo, y todo acto de pecado que nos robaría la vida eterna.
» Todas las Cosas Están Disponibles
El punto culminante aquí es que cuando obtenemos el poder de Cristo en nuestras vidas, uno tiene todo lo demás que pudiera desear alguna vez. “El que aun a su propio Hijo no perdonó, antes le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con Él todas las cosas?”. Rom. 8:32. De nuevo está esa frase: “todas las cosas”. La encontramos también en 2 Pedro 1:3. “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, nos sean dadas de su divina potencia”.
Cuando juntamos esos textos, surge un cuadro increíble. Al reclamar la presencia de Cristo en nuestras vidas, se recibe con ella todo cuanto Cristo posee. Pablo lo describe de esta manera: “Mas de Él sois vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, y justificación, y santificación y redención”. 1 Cor. 1:30. Aquí la expresión “todas las cosas” se puede desmenuzar en experiencias individualizadas, muy particulares, y empezamos a ver que Pedro estaba en lo correcto cuando dijo que Dios nos ha dado todas las cosas que corresponden a la santidad. Aquellos cristianos que dudan acerca de la posibilidad de vencer al pecado completamente deberían leer estos versículos cuidadosamente. ¿Qué está incluido en las palabras “justificación”, “santificación” y “redención”?
Estas tres palabras nos prometen más que liberación de la culpabilidad de nuestros pecados pasados. La palabra “redención” no está limitada a la redención de la culpabilidad del pecado, sino también del poder del pecado. “Santificación” es una palabra que describe un crecimiento diario, continuo en el vencimiento del pecado. “Justificación” significa literalmente hacer lo correcto y se aplica a un cumplimiento dinámico de la voluntad de Dios. Todas son palabras grandes, pero todas tienen la connotación de haber sido liberados, tanto de la culpabilidad como de la práctica del pecado.
Cada hijo de Adán necesita dos cosas desesperadamente: perdón por el pasado, y poder para el futuro. La redención incluye las dos cosas; y la idea que la liberación completa de la culpabilidad del pecado está incluida, pero solo la liberación parcial del poder del pecado constituye una perversión del evangelio. Jesús no vino para salvarnos solamente de las consecuencias del pecado, sino a salvarnos del pecado mismo. La salvación no es algo negativo; no simplemente la ausencia de algo. Él no vino solamente para quitar algo, nuestra culpabilidad, sino para darnos algo, la victoria sobre el pecado.
Que Dios nos perdone y luego nos deje bajo el poder continuo del pecado convertiría a Dios en un encubridor del pecado. Él no solo nos considera justos por medio de la imputación de su muerte expiatoria, sino que Él nos hace justos al impartirnos su vida victoriosa.
Después de leer con profunda reflexión todo el capítulo seis de Romanos, si necesita más seguridad que la victoria puede ser suya, entonces lea lo siguiente:
“Mas a Dios gracias, que nos da la victoria por el Señor nuestro Jesucristo”. 1 Cor. 15:57.
“Porque todo aquello que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe”. 1 Juan 5:4.
“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”. Fil. 2:5.
“Para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él”. 2 Cor. 5:21.
“Cualquiera que permanece en Él, no peca; cualquiera que peca, no le ha visto, ni le ha conocido”. 1 Juan 3:6.
Devolvámonos por un instante a la analogía del hombre hipnotizado. Físicamente no podía levantar un pequeño vaso de la mesa porque su mente estaba totalmente convencida que no lo podía hacer. ¿Ha sido Satanás capaz de inmovilizar a la iglesia por medio del poder de su mentirosa aseveración hipnótica que la obediencia es imposible? Ciertamente parece que sí. Nadie va a realizar algún esfuerzo serio para hacer algo que cree que es imposible. Obviamente entonces, aquellos que creen que no pueden vivir sin pecar no están tratando de vivir sin pecar. Ninguna persona razonable perderá tiempo y esfuerzo en una lucha vana para lograr nada. Eso nos trae a una interesante pregunta: ¿Puede una persona creer que no hay manera de dejar de pecar, y luego hacer planes para no pecar? Lógicamente, parecería altamente improbable, si no imposible. Sin embargo, la Biblia nos ordena: “No hagáis caso de la carne en sus deseos”. Rom. 13:14. ¿En realidad hacemos provisión para el pecado sosteniendo que es imposible no pecar?
» Al Que Venciere
Todo el libro de Apocalipsis está dirigido a las siete iglesias de Asia. Algunas recibieron altos elogios y gloriosas promesas de recompensa celestial y sin excepción alguna, la bendición fue extendida “a aquel que venciere”. Esas siete iglesias simbolizan cada periodo de la iglesia cristiana desde los apóstoles hasta el fin del tiempo. Si la victoria sobre el pecado no fuera posible, ninguna alma sería salva desde aquellos siglos. Negar la posibilidad de la victoria total sobre el pecado es robarle a Dios la gloria de su misión. “Él vino”, dice la Biblia, “para destruir las obras del diablo”. Esas obras son las obras del pecado. Si nadie reclama su poder para vencer completamente al pecado, se confirmaría la acusación del diablo. Los requisitos de Dios serían expuestos como demasiado difíciles de obedecer. Jesús manifestó que Él había venido “a buscar y a salvar lo que se había perdido”. Luc. 19:10. Aquí Él indicó que más que meramente los humanos necesitaban ser restaurados. “Lo que se había perdido” incluye un carácter sin pecado.
Su misión era contrarrestar y neutralizar todo el programa de contaminación por el pecado introducido por Satanás. Restaurar la imagen de Dios en el hombre es una parte muy importante del evangelio eterno. Esa obra del evangelio debe ser hecha antes de la venida de Jesús y no como un pensamiento mágico posterior al regreso de nuestro Señor. El libro de Apocalipsis identifica la característica coronante de los redimidos como la obediencia. “Aquí está la paciencia de los santos; aquí están los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús”. Apoc. 14:12. “Entonces el dragón fue airado contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra los otros de la simiente de ella, los cuales guardan los mandamientos de Dios, y tienen el testimonio de Jesucristo”. Apoc. 12:17. “Bienaventurados los que lavan sus ropas, para que su potencia sea en el árbol de la vida, y que entren por las puertas en la ciudad”. Apoc. 22:14.
¡Cuán significativo es que la condición para que el hombre permaneciera en el Edén sea también la condición para ser restaurado al Edén! Cualquiera que considera que la obediencia carece de importancia debería leer de nuevo la dramática historia de Adán y Eva. Un diminuto acto físico de pecado condujo a toda la lúgubre tragedia de los últimos 6.000 años.
Aquellos que sean restaurados a ese paraíso perdido habrán demostrado que se les puede confiar la vida eterna. Aunque con fiel obediencia frente a la muerte, habrán probado que las acusaciones de Satanás son completamente falsas. Su inquebrantable lealtad será una garantía eterna de la seguridad del dominio restaurado de Dios. ¿Qué podemos decir, entonces, respecto a aquellos que consideran tan livianamente las buenas obras de la obediencia? Están sujetos a un grave engaño y están jugando en la trampa mortal de Satanás. La más gloriosa experiencia de los verdaderamente convertidos es quebrantar el patrón de complacencia propia y pecado. Bajo el mandato del Espíritu de Dios, los hábitos carnales pueden ser conquistados y expulsados de la vida. Mediante la fe en las promesas un poder increíble puede ser derramado en la vida de aquel que está dispuesto a renunciar a la complacencia del pecado.
El corazón de Dios anhela que lo tomemos de su Palabra y reclamemos el poder que Él ha prometido. Es el único camino hacia la verdadera victoria.
Pero nadie puede experimentar victoria si no cree que la victoria sea posible. Lea de nuevo las garantías de la Biblia. No trate de tergiversarlas para acomodarse a las debilidades y fracasos de su experiencia humana. Significan lo que dicen. La liberación es suya para el que cree y la pide. Aquí debemos hacer una pausa y considerar una objeción que siempre se presenta contra aquellos que creen en la victoria total. Suena algo así: Si tú crees que sea posible vivir sin pecar, ¿eres capaz de decir que tu propia vida está libre de pecado? Aunque la pregunta merece una respuesta, debería señalarse que la objeción no es relevante al asunto. Si la Biblia establece una verdad, ésta debería ser recibida sobre la base de su autoría inspirada y no sobre la base de la experiencia del mensajero.
La victoria sobre todo pecado es posible por medio de Cristo, ¡es verdad!
Además, la obra de santificación es una experiencia progresiva, de toda la vida y nunca puede considerarse concluida en algún periodo de tiempo.
Aun cuando uno pudiera ser inconsciente de algún pecado conocido, nunca podría jactarse de estar libre de pecado. De hecho, la persona que está más cercana a la perfección ciertamente será la que menos probablemente lo reconozca. Porque cuanto más cerca de Jesús tanto más imperfecto aparecerá a su propia vista. También se podrá alegar que la doctrina de la victoria sobre el pecado es altamente idealista y teológicamente demasiado complicada para ser práctica. Pero no puede haber algo más lejos de la verdad. Aun un niño puede entender la sencilla transacción de fe y apropiarse de las promesas de la Biblia. No hay un hábito o pecado conocido al hombre que no pueda ser vencido por la fe.
Joe E. Crews
sábado, 15 de mayo de 2021
domingo, 2 de mayo de 2021
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