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viernes, 8 de diciembre de 2017

Los Gigantes del Genesis

Los Gigantes, los hijos de Dios y las hijas de los hombres 

La expresión “hijas de los hombres”, en Génesis 6: 2 y 4, es el femenino de “hijos de los hombres”, término que aparece a lo largo del Antiguo Testamento siempre en referencia a seres humanos, sean ellos impíos o justos (Gn. 11: 5; Sal 21:10, 36: 7, 90: 3, 107: 8, 21, 31; 145: 12; Prov 8: 4; Ec 3:10, 21). Sin embargo, estas “hijas de los hombres” deberían ser incrédulas, descendientes de Caín (Comentario Bíblico Adventista, v.1, 237, 238), ya que su matrimonio con los “hijos de Dios” es relatado como algo negativo, que contribuyó a la corrupción de los seres humanos y su consiguiente aniquilamiento por las aguas del diluvio.
Pero ¿qué decir de la expresión “hijos de Dios”, en Génesis 6: 2 y 4? Los antiguos comentaristas judíos, además de los llamados padres de la iglesia y muchos expositores modernos, interpretan a estos “hijos” como ángeles, comparándolos con los “hijos de Dios”, mencionados en Job 1: 6, 2: 1 y 38: 7. Este punto de vista debe ser rechazado porque el castigo que luego sobrevivía era por los pecados de los seres humanos (ver v.3) y no de los ángeles. Además, según Mateo 22:30, los ángeles no se casan (Comentario Bíblico Adventista, v.1, 237, 238).
Así, una vez que los “hijos de Dios” se casaron, entonces esa expresión debe excluir a los ángeles, pero debe referirse a los hombres del linaje de Set (Gn. 4:25), siendo que, con el nacimiento de su hijo Enós, “Se empezó a invocar el nombre del Señor” (4:26). Es interesante ver cómo Dios considera a los que le obedecen como sus hijos: “Hijos sois de Jehová vuestro Dios” (Dt 14: 1), “Trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra” (Is 43: 6) , ” ¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios?”(Ml 2:10).
Estos descendientes de Set, que “invocaban el nombre del Señor”, deben ser vistos como los “hijos de Dios”, que acabaron casándose con las “hijas de los hombres”, descendientes de Caín, y los seres humanos se volvieron tan corrompidos y, violentos que Dios tuvo que destruirlos en el diluvio.
En cuanto a los gigantes (nefilim) que había en la Tierra (Gn 6: 4), se debe pensar primero en los gigantes físicos, personas de alta estatura, pero también en gigantes intelectuales, como eran las personas antediluvianas. Lamentablemente no fueron gigantes espirituales. Como no usaron para el bien sus dotes físicas y mentales, acabaron volviéndose gigantes en la maldad (6: 5), siendo finalmente destruidos por el diluvio.
Las lecciones que quedan del casamiento de los “hijos de Dios” con las “hijas de los hombres” son: (1) que el “yugo desigual” es siempre perjudicial para el matrimonio y para los niños que resultan de ello; por lo que es condenado por la Biblia (2 Cor. 6:14, 15); y (2) que la belleza física no es el factor más importante en la elección del cónyuge. Los “hijos de Dios” vieron “que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí […] las que, entre todas, más les agradaron” (Gn 6: 2). Ellos no tomaron en cuenta el carácter de esas “hijas de los hombres”. Y el resultado fue la apostasía de ellos y de su descendencia.
Esas lecciones necesitan ser aprendidas por todos, especialmente por aquellos que pretenden casarse. La historia del casamiento de los antediluvianos está en la Biblia como una alerta sobre la importancia de la fe y de la piedad como características esenciales en las relaciones conyugales.
Por Ozeas C. Moura

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