El sentimiento no es un guía seguro
El justo en su fe vivirá.
Muchos pasan largos años en las tinieblas y la duda, debido a que no sienten como quieren. Pero el sentimiento no tiene nada que ver con la fe. Esa fe que obra por el amor y purifica el alma no es cuestión de impulso. Se arriesga a salir, basada en las promesas de Dios, creyendo firmemente que lo que él ha dicho es capaz de realizarlo. Nuestras almas deben ser enseñadas a creer, a confiar en la Palabra de Dios. Esa palabra declara que “el justo vivirá por la fe” (Romanos 1:17), y no por el sentimiento.—The Youth’s Instructor, 8 de julio de 1897.
Desechemos todo lo que sea parecido a la desconfianza y a la falta de fe en Jesús. Comencemos una vida de confianza sencilla e infantil, no confiando en los sentimientos, sino en la fe. No deshonremos a Jesús dudando de sus preciosas promesas. El quiere que creamos en él con fe inconmovible. Hay una clase de personas que dicen: “Yo creo, yo creo”, y reclaman todas las promesas que se dan bajo la condición de la obediencia; pero no hacen las obras de Cristo. Dios no es honrado por esa clase de fe. Es espuria. Otra clase de personas tratan de guardar todos los mandamientos de Dios, pero muchas de ellas no se ponen a la altura de su exaltado privilegio reclamando las promesas que les fueron dadas. Las promesas de Dios son para aquellos que guardan sus mandamientos, y obran lo que es placentero para él.
Yo encuentro que cada día debo pelear la buena batalla de la fe. Debo ejercer toda mi fe, y no confiar en los sentimientos; debo obrar como si supiera que el Señor me oye y contestará mis pedidos y me bendecirá. La fe no es un vuelo feliz de los sentimientos; es simplemente confiar en la Palabra de Dios, creyendo que él cumplirá sus promesas porque ha dicho que lo haría.—Carta 49, 1888.
Esperad en Dios, confiad en él y en sus promesas, ya sea que os sintáis felices o no. Una buena emoción no es una evidencia de que seáis hijos de Dios, ni tampoco los sentimientos que producen aflicción y perplejidades son una evidencia de que no sois hijos de Dios. Acudid a las Escrituras y recibid inteligentemente la Palabra de Dios como él la ha dicho. Cumplid con las condiciones y creed que él os aceptará como sus hijos. No seáis faltos de fe, sino creyentes.—Carta 52, 1888.
Nuestra Elevada Vocacion, p. 121
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