EL HABLAR EN LENGUAS EN HECHOS
Tres pasajes de Hechos mencionan el hablar en lenguas: Hechos 2:1 al 13; 10:1, 24; 19:1 al 16. Nos centraremos primeramente en Hechos 2:1 al 13, porque allí encontramos el dramático relato del derramamiento del Espíritu Santo que preparó a los discípulos para proclamar audazmente la redención mesiánica en los dialektos (Hech. 2:6, 8); es decir, en las lenguas vernáculas de los países representados en Jerusalén el día de Pentecostés.
El derramamiento del Espíritu Santo en Hechos 2
Al amanecer del día de Pentecostés, cuando los discípulos estaban todos reunidos en el Aposento Alto, de repente toda la casa se llenó del sonido de un “viento” (pnoe) impetuoso. Esta fue una visitación celestial audible y visible. “Se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos” (Hech. 2:3).
El relato enfatiza que el derramamiento del Espíritu Santo no fue una mera experiencia subjetiva. Lo que los discípulos experimentaron no fue producto de la imaginación, sino la realidad de lo que vieron y sintieron. La frase “asentándose sobre cada uno de ellos” (Hech. 2:3), sugiere que cada uno individualmente recibió el Espíritu Santo.
Indudablemente este fue un legado permanente que les duraría a lo largo de todo su ministerio.
Al amanecer del día de Pentecostés, cuando los discípulos estaban todos reunidos en el Aposento Alto, de repente toda la casa se llenó del sonido de un “viento” (pnoe) impetuoso. Esta fue una visitación celestial audible y visible. “Se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos” (Hech. 2:3).
El relato enfatiza que el derramamiento del Espíritu Santo no fue una mera experiencia subjetiva. Lo que los discípulos experimentaron no fue producto de la imaginación, sino la realidad de lo que vieron y sintieron. La frase “asentándose sobre cada uno de ellos” (Hech. 2:3), sugiere que cada uno individualmente recibió el Espíritu Santo.
Indudablemente este fue un legado permanente que les duraría a lo largo de todo su ministerio.
La naturaleza del hablar en lenguas de Hechos 2
Un aspecto significativo del derramamiento del Espíritu Santo fue el don de lenguas: “Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hech. 2:4).
La palabra “daba” indica que el don de lenguas no es una experiencia aprendida, porque es dada por el Espíritu Santo.
Esto contrasta con la práctica del pentecostalismo de organizar las denominadas reuniones “de espera”, con el propósito de enseñar a las personas “a expandir su conciencia a fin de eludir el intelecto”,18 y así poder participar de la glosolalia.
Es importante notar que, tan pronto como el Espíritu Santo llenó a los
presentes en el Aposento Alto, “comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hech. 2:4).
No se les dio tiempo para aprender nuevas lenguas: “Comenzaron” (erxanto) a hablar inmediatamente.
La frase importante es “comenzaron a hablar en otras lenguas” (Hech. 2:4).
En nuestro análisis de Marcos 16:17 notamos que el término griego glossa “lengua” puede referirse a la “lengua” como un órgano del habla y al “idioma/lengua”, ya sea nativa o extranjera.
En Hechos 2, Lucas claramente equipara el término con las “lenguas” en los versículos 6 y 8, al usar el término dialektos: “Cada uno les oía hablar en su propia lengua–dialektos” (Hech. 2:6).
El término dialektos significa el “idioma de una nación o región”.19
Esto es confirmado por el versículo 11, donde se nos dice que los judíos que habían venido a Jerusalén de una docena de países diferentes estaban sorprendidos:
“Les oímos hablar en nuestras lenguas (dialektos) las maravillas de Dios”
(Hech. 2:11).
Lucas deja bien en claro que el milagroso don de hablar en otras lenguas en Pentecostés no fue una especie de hablar en lenguas donde los creyentes hablaban de un modo inarticulado e ininteligible que necesitaba ser traducido porque nadie podía entenderlos, sino que fue la capacidad de hablar lenguas articuladas e inteligibles que no habían sido aprendidas por los que hablaban.
Se nos brinda respaldo adicional para la interpretación de “lenguas” en “idiomas” por el hecho de que los judíos que habían venido de diferentes
países entendían el discurso de los creyentes sin necesidad de traducción.
Esta situación difiere radicalmente de 1 Corintios 14, donde la traducción es obligatoria para cualquiera que habla en lenguas, porque su discurso era
incomprensible para la audiencia del hablante.
En la ciudad portuaria de Corinto (como en Jerusalén), vivían personas de muchos países diferentes. Si los que hablaban en lenguas en Corinto hablaban en idiomas conocidos, habrían sido entendidos por las personas que hablaban esos idiomas. El hecho de que Pablo diga que es obligatorio traducirle a cualquiera que habla en lenguas revela el intento velado del apóstol de deshacerse de esos oradores extáticos que perturbaban el servicio de adoración con sus discursos incomprensibles que nadie podía traducir.
Un aspecto significativo del derramamiento del Espíritu Santo fue el don de lenguas: “Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hech. 2:4).
La palabra “daba” indica que el don de lenguas no es una experiencia aprendida, porque es dada por el Espíritu Santo.
Esto contrasta con la práctica del pentecostalismo de organizar las denominadas reuniones “de espera”, con el propósito de enseñar a las personas “a expandir su conciencia a fin de eludir el intelecto”,18 y así poder participar de la glosolalia.
Es importante notar que, tan pronto como el Espíritu Santo llenó a los
presentes en el Aposento Alto, “comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hech. 2:4).
No se les dio tiempo para aprender nuevas lenguas: “Comenzaron” (erxanto) a hablar inmediatamente.
La frase importante es “comenzaron a hablar en otras lenguas” (Hech. 2:4).
En nuestro análisis de Marcos 16:17 notamos que el término griego glossa “lengua” puede referirse a la “lengua” como un órgano del habla y al “idioma/lengua”, ya sea nativa o extranjera.
En Hechos 2, Lucas claramente equipara el término con las “lenguas” en los versículos 6 y 8, al usar el término dialektos: “Cada uno les oía hablar en su propia lengua–dialektos” (Hech. 2:6).
El término dialektos significa el “idioma de una nación o región”.19
Esto es confirmado por el versículo 11, donde se nos dice que los judíos que habían venido a Jerusalén de una docena de países diferentes estaban sorprendidos:
“Les oímos hablar en nuestras lenguas (dialektos) las maravillas de Dios”
(Hech. 2:11).
Lucas deja bien en claro que el milagroso don de hablar en otras lenguas en Pentecostés no fue una especie de hablar en lenguas donde los creyentes hablaban de un modo inarticulado e ininteligible que necesitaba ser traducido porque nadie podía entenderlos, sino que fue la capacidad de hablar lenguas articuladas e inteligibles que no habían sido aprendidas por los que hablaban.
Se nos brinda respaldo adicional para la interpretación de “lenguas” en “idiomas” por el hecho de que los judíos que habían venido de diferentes
países entendían el discurso de los creyentes sin necesidad de traducción.
Esta situación difiere radicalmente de 1 Corintios 14, donde la traducción es obligatoria para cualquiera que habla en lenguas, porque su discurso era
incomprensible para la audiencia del hablante.
En la ciudad portuaria de Corinto (como en Jerusalén), vivían personas de muchos países diferentes. Si los que hablaban en lenguas en Corinto hablaban en idiomas conocidos, habrían sido entendidos por las personas que hablaban esos idiomas. El hecho de que Pablo diga que es obligatorio traducirle a cualquiera que habla en lenguas revela el intento velado del apóstol de deshacerse de esos oradores extáticos que perturbaban el servicio de adoración con sus discursos incomprensibles que nadie podía traducir.
El propósito de hablar en lenguas
Cristo predijo en Marcos 16:17 que el don de lenguas sería dado para
evangelizar al mundo a través de la proclamación del evangelio. Antes de su ascensión, Cristo les prometió a los discípulos: “Vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hech. 1:5). Estas promesas se cumplieron en Hechos 2 en el derramamiento pentecostal del Espíritu Santo.
Cuando los creyentes reunidos bajaron del Aposento Alto y salieron a las calles, milagrosamente comenzaron a hablar en lenguas extranjeras previamente desconocidas para ellos. La multitud, que incluía personas de diferentes países, “estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?” (Hech. 2:12).
La proclamación mesiánica el día de Pentecostés resultó en el bautismo de tres mil almas en aquel día (vers. 41). Esta maravillosa cosecha de almas en Pentecostés se logró por medio del milagroso don de comunicar las Buenas Nuevas a todos los que estaban presentes en Jerusalén en aquella ocasión festiva.
“El propósito del don de ‘hablar en lenguas’ es enfatizar que Dios no había erigido ninguna barrera lingüística para la proclamación de las Buenas Nuevas. Además, el don de lenguas, como se manifestó a través del Espíritu Santo, revela que por medio de este don de comunicación audible la iglesia llegó a ser mundial. Los 120 que estaban reunidos se convirtieron en una iglesia mundial con personas de todo el mundo civilizado de aquel entonces”.20
Cristo predijo en Marcos 16:17 que el don de lenguas sería dado para
evangelizar al mundo a través de la proclamación del evangelio. Antes de su ascensión, Cristo les prometió a los discípulos: “Vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hech. 1:5). Estas promesas se cumplieron en Hechos 2 en el derramamiento pentecostal del Espíritu Santo.
Cuando los creyentes reunidos bajaron del Aposento Alto y salieron a las calles, milagrosamente comenzaron a hablar en lenguas extranjeras previamente desconocidas para ellos. La multitud, que incluía personas de diferentes países, “estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?” (Hech. 2:12).
La proclamación mesiánica el día de Pentecostés resultó en el bautismo de tres mil almas en aquel día (vers. 41). Esta maravillosa cosecha de almas en Pentecostés se logró por medio del milagroso don de comunicar las Buenas Nuevas a todos los que estaban presentes en Jerusalén en aquella ocasión festiva.
“El propósito del don de ‘hablar en lenguas’ es enfatizar que Dios no había erigido ninguna barrera lingüística para la proclamación de las Buenas Nuevas. Además, el don de lenguas, como se manifestó a través del Espíritu Santo, revela que por medio de este don de comunicación audible la iglesia llegó a ser mundial. Los 120 que estaban reunidos se convirtieron en una iglesia mundial con personas de todo el mundo civilizado de aquel entonces”.20
El hablar en lenguas: Descripción breve pero pegadiza
El relato del milagro de hablar en lenguas en Hechos 2 es sorprendentemente breve, en comparación con la proclamación mesiánica de Pedro y la respuesta de la multitud.
De las 47 veces, solo 13 describen el evento de hablar en lenguas. Esto sugiere que, para Lucas, lo que asumió un papel central el día de Pentecostés no fue tanto la concesión del Espíritu Santo para hablar lenguas extranjeras, sino la audaz proclamación de la salvación ofrecida a través de la muerte y la resurrección de Jesús de Nazaret. Fue esto último lo que llevó a los judíos practicantes a convertirse en creyentes cristianos. Nada indica que el hablar lenguas extranjeras en sí convirtió a nadie. La gente se convence y se convierte no por el sonido de lenguas extranjeras, sino por la proclamación del evangelio.
No hay indicios de que Pedro predicara en una lengua extraña el día de Pentecostés. Lo más probable es que haya hablado en arameo, que era la lengua común de los judíos. Las lenguas de Pentecostés sirvieron primeramente para mostrar que los apóstoles no estaban preparados para comunicar el evangelio en varios idiomas hablados en los vastos límites del imperio.
Otra función importante fue captar la atención del pueblo y predisponerlo favorablemente para escuchar el mensaje que se estaría proclamando en las semanas, meses y años siguientes. Las “vistas y sonidos” del día de Pentecostés serían recordados por mucho tiempo como el momento decisivo en la experiencia religiosa de muchos judíos.
“En forma sucinta –como señala William Richardson–, las lenguas de Pentecostés tuvieron dos propósitos: primero, permitir que los apóstoles se comuniquen en varios dialectos y, segundo, captar la atención de las multitudes y de ese modo añadir crédito y credibilidad a las palabras de los apóstoles”.21
El relato del milagro de hablar en lenguas en Hechos 2 es sorprendentemente breve, en comparación con la proclamación mesiánica de Pedro y la respuesta de la multitud.
De las 47 veces, solo 13 describen el evento de hablar en lenguas. Esto sugiere que, para Lucas, lo que asumió un papel central el día de Pentecostés no fue tanto la concesión del Espíritu Santo para hablar lenguas extranjeras, sino la audaz proclamación de la salvación ofrecida a través de la muerte y la resurrección de Jesús de Nazaret. Fue esto último lo que llevó a los judíos practicantes a convertirse en creyentes cristianos. Nada indica que el hablar lenguas extranjeras en sí convirtió a nadie. La gente se convence y se convierte no por el sonido de lenguas extranjeras, sino por la proclamación del evangelio.
No hay indicios de que Pedro predicara en una lengua extraña el día de Pentecostés. Lo más probable es que haya hablado en arameo, que era la lengua común de los judíos. Las lenguas de Pentecostés sirvieron primeramente para mostrar que los apóstoles no estaban preparados para comunicar el evangelio en varios idiomas hablados en los vastos límites del imperio.
Otra función importante fue captar la atención del pueblo y predisponerlo favorablemente para escuchar el mensaje que se estaría proclamando en las semanas, meses y años siguientes. Las “vistas y sonidos” del día de Pentecostés serían recordados por mucho tiempo como el momento decisivo en la experiencia religiosa de muchos judíos.
“En forma sucinta –como señala William Richardson–, las lenguas de Pentecostés tuvieron dos propósitos: primero, permitir que los apóstoles se comuniquen en varios dialectos y, segundo, captar la atención de las multitudes y de ese modo añadir crédito y credibilidad a las palabras de los apóstoles”.21
El hablar en lenguas de Hechos 10
El segundo pasaje de Hechos que menciona el hablar en lenguas se encuentra en Hechos 10, y relata la historia de la conversión de Cornelio.
En esta historia somos trasladados de la primera manifestación del hablar en lenguas entre los judíos creyentes de Jerusalén el día de Pentecostés (Hech. 2:1-13) al segundo caso de hablar en lenguas entre los gentiles de Cesarea (Hech. 10:1-47).
Este episodio muestra especialmente la función de autenticación del hablar en lenguas. Ocurrió en la historia de Cornelio (Hech. 10:46), justo en medio del estudio bíblico de Pedro. Mientras estaba instruyendo al funcionario gentil en su casa, Pedro y sus hermanos judíos “se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios” (Hech. 10:45-46).
El hablar en lenguas por parte de Cornelio y su casa fue similar al experimentado por los creyentes el día de Pentecostés. Pedro establece la conexión entre los dos eventos cuando les informa a los hermanos de Jerusalén:
“Cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio... Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo” (Hech. 11:15, 17).
El segundo pasaje de Hechos que menciona el hablar en lenguas se encuentra en Hechos 10, y relata la historia de la conversión de Cornelio.
En esta historia somos trasladados de la primera manifestación del hablar en lenguas entre los judíos creyentes de Jerusalén el día de Pentecostés (Hech. 2:1-13) al segundo caso de hablar en lenguas entre los gentiles de Cesarea (Hech. 10:1-47).
Este episodio muestra especialmente la función de autenticación del hablar en lenguas. Ocurrió en la historia de Cornelio (Hech. 10:46), justo en medio del estudio bíblico de Pedro. Mientras estaba instruyendo al funcionario gentil en su casa, Pedro y sus hermanos judíos “se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios” (Hech. 10:45-46).
El hablar en lenguas por parte de Cornelio y su casa fue similar al experimentado por los creyentes el día de Pentecostés. Pedro establece la conexión entre los dos eventos cuando les informa a los hermanos de Jerusalén:
“Cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio... Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo” (Hech. 11:15, 17).
Pedro estaba convencido de que el don de lenguas de los creyentes de Cesarea era “el mismo don” de hablar milagrosamente en lenguas extranjeras dadas a los seguidores de Cristo en el día de Pentecostés.
El propósito de hablar en lenguas de Hechos 10
El don de hablar en lenguas manifestado en Hechos 10 tenía un propósito diferente al del día de Pentecostés. Este último fue para preparar a los creyentes con la capacidad de hablar lenguas extranjeras a fin de cumplir con la comisión de proclamar el evangelio a toda nación. Pero el anterior fue para derribar las barreras raciales existentes entre judíos y gentiles creadas por las tradiciones judías. Una lectura cuidadosa de la historia nos ayuda a apreciar este propósito.
Pedro y sus compañeros judíos se asombraron al ver que los gentiles
irrumpieron hablando en lenguas. No podían entender cómo los gentiles
habían “recibido el Espíritu Santo también como nosotros” (Hech. 10:47).
La necesidad de que Cornelio y su familia hablaran en lenguas extranjeras
era mínima, pero la necesidad de que Pedro y sus compañeros rompieran las barreras raciales era enorme.
Pedro testificó: “En verdad comprendo que Dios no hace acepción de
personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia”
(Hech. 10:34-35).
El don de hablar en lenguas manifestado en Hechos 10 tenía un propósito diferente al del día de Pentecostés. Este último fue para preparar a los creyentes con la capacidad de hablar lenguas extranjeras a fin de cumplir con la comisión de proclamar el evangelio a toda nación. Pero el anterior fue para derribar las barreras raciales existentes entre judíos y gentiles creadas por las tradiciones judías. Una lectura cuidadosa de la historia nos ayuda a apreciar este propósito.
Pedro y sus compañeros judíos se asombraron al ver que los gentiles
irrumpieron hablando en lenguas. No podían entender cómo los gentiles
habían “recibido el Espíritu Santo también como nosotros” (Hech. 10:47).
La necesidad de que Cornelio y su familia hablaran en lenguas extranjeras
era mínima, pero la necesidad de que Pedro y sus compañeros rompieran las barreras raciales era enorme.
Pedro testificó: “En verdad comprendo que Dios no hace acepción de
personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia”
(Hech. 10:34-35).
En teoría Pedro aceptaba el hecho de que a la vista de Dios no hay distinción entre judíos y gentiles, pero en la práctica Pedro tenía dificultades para aceptar el hecho de que el Espíritu Santo pudiese descender sobre un gentil como Cornelio. Pedro aceptó el hecho de que Cornelio tenía derecho a oír el evangelio, pero aún era reacio a bautizarlo. Como dice William Richardson: “Predicarles a los gentiles y bautizarlos todavía era una novedad que daba miedo para aquellos primeros misioneros reticentes”.22
Pedro era consciente del hecho de que, a la larga, tendría que hacer frente a esta pregunta penetrante de los hermanos de Jerusalén: “Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos?” (Hech.
11:3).
De modo que, probablemente, decidió en su corazón que actuaría con cautela esperando claras directivas del Espíritu Santo. Y el Espíritu Santo lo inundó justo con la evidencia que necesitaba para proceder con el bautismo: “Los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios” (Hech. 10:46).
Este es el único incidente donde el hablar en lenguas precede al bautismo.
En este caso, el propósito de hablar en lenguas fundamentalmente no era preparar a Cornelio y a su casa con el don de lenguas extranjeras para predicar el evangelio en otras naciones, sino convencer a Pedro a proceder sin demora para bautizar a Cornelio.
Pedro les contó a los hermanos de Jerusalén que virtualmente no tuvo elección: “¿Quién era yo que pudiese estorbar a Dios?” (Hech. 11:17).
Pedro era consciente del hecho de que, a la larga, tendría que hacer frente a esta pregunta penetrante de los hermanos de Jerusalén: “Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos?” (Hech.
11:3).
De modo que, probablemente, decidió en su corazón que actuaría con cautela esperando claras directivas del Espíritu Santo. Y el Espíritu Santo lo inundó justo con la evidencia que necesitaba para proceder con el bautismo: “Los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios” (Hech. 10:46).
Este es el único incidente donde el hablar en lenguas precede al bautismo.
En este caso, el propósito de hablar en lenguas fundamentalmente no era preparar a Cornelio y a su casa con el don de lenguas extranjeras para predicar el evangelio en otras naciones, sino convencer a Pedro a proceder sin demora para bautizar a Cornelio.
Pedro les contó a los hermanos de Jerusalén que virtualmente no tuvo elección: “¿Quién era yo que pudiese estorbar a Dios?” (Hech. 11:17).
El otorgamiento del mismo don de hablar en lenguas extranjeras sobre los creyentes gentiles de Cesarea sirvió como una señal irrefutable para los
creyentes judíos de que Dios acepta a los gentiles sobre la misma base.
El don de lenguas concedido tanto a los gentiles como a los judíos cristianos muestra que ambos estaban en igualdad de condiciones delante de Dios; a ambos se les concedieron los mismos dones espirituales que rompen las barreras idiomáticas y hacen que sea posible comunicar las Buenas Nuevas entre todas las personas.
Esta manifestación de hablar en lenguas de Hechos 10 no ofrece ningún sustento para la glosolalia que se practica en la actualidad; es decir, el discurso ininteligible para la edificación personal de los creyentes. El don de lenguas de Hechos 10 derribó las barreras raciales, lo que posibilitó que
los cristianos gentiles y judíos participaran del mismo modo en la tarea de
evangelizar el mundo.
creyentes judíos de que Dios acepta a los gentiles sobre la misma base.
El don de lenguas concedido tanto a los gentiles como a los judíos cristianos muestra que ambos estaban en igualdad de condiciones delante de Dios; a ambos se les concedieron los mismos dones espirituales que rompen las barreras idiomáticas y hacen que sea posible comunicar las Buenas Nuevas entre todas las personas.
Esta manifestación de hablar en lenguas de Hechos 10 no ofrece ningún sustento para la glosolalia que se practica en la actualidad; es decir, el discurso ininteligible para la edificación personal de los creyentes. El don de lenguas de Hechos 10 derribó las barreras raciales, lo que posibilitó que
los cristianos gentiles y judíos participaran del mismo modo en la tarea de
evangelizar el mundo.
El hablar en lenguas de Hechos 19
La tercera y última referencia al hablar en lenguas aparece en Hechos
19:1 al 6, en Éfeso, la ciudad metropolitana más importante.
Pablo arribó a
Éfeso alrededor de 54 d.C., después de visitar las iglesias de Galacia. Allí
conoció a doce hermanos cristianos que no tenían conocimiento de la existencia del Espíritu Santo (Hech. 19:3). Esto se hizo evidente cuando Pablo les preguntó: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?” (Hech. 19:2).
Cuando estos creyentes reconocieron ignorar completamente la obra del Espíritu Santo, Pablo les preguntó qué clase de bautismo recibieron. Ellos respondieron que fueron bautizados “en el bautismo de Juan” (Hech. 19:3).
Entonces Pablo procedió a explicarles la relación entre el bautismo de Juan y el bautismo cristiano: “Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús” (Hech. 19:4).
Después de ser guiados a una comprensión más plena de la fe cristiana, estos hermanos creyentes estaban dispuestos a ser bautizados “en el nombre del Señor Jesús” (Hech. 19:5).
Después del bautismo, Pablo “les impuso las manos, el Espíritu Santo vino sobre ellos, y empezaron a hablar en lenguas y a profetizar” (Hech. 19:6, NVI).
Parece haber una conexión entre el derramamiento del Espíritu Santo
en Jerusalén el día de Pentecostés para preparar a un núcleo de creyentes
para la comisión evangélica, la recepción del Espíritu Santo por parte de los
creyentes de Cesarea (Hech. 10:46), y finalmente el don del Espíritu Santo
otorgado sobre los discípulos de Éfeso recién bautizados.
Bajo la concesión del Espíritu Santo, la misión cristiana avanzó desde Jerusalén hasta Cesarea, hasta Éfeso y hasta el fin de la tierra (Hech. 1:8). En estos diversos centros importantes, el Espíritu Santo se manifestó de un modo especial, revelando la progresión en la evangelización del mundo.
Lucas informa la concesión del don de lenguas en Éfeso con la misma
terminología que utiliza para la manifestación de las lenguas anteriormente
en Jerusalén y posteriormente en la ciudad de Cesarea.
El intento es mostrar que el don para los creyentes de estas tres ciudades, Jerusalén, Cesarea y Éfeso era el mismo; a saber, el milagro de hablar en lenguas extranjeras.
La tercera y última referencia al hablar en lenguas aparece en Hechos
19:1 al 6, en Éfeso, la ciudad metropolitana más importante.
Pablo arribó a
Éfeso alrededor de 54 d.C., después de visitar las iglesias de Galacia. Allí
conoció a doce hermanos cristianos que no tenían conocimiento de la existencia del Espíritu Santo (Hech. 19:3). Esto se hizo evidente cuando Pablo les preguntó: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?” (Hech. 19:2).
Cuando estos creyentes reconocieron ignorar completamente la obra del Espíritu Santo, Pablo les preguntó qué clase de bautismo recibieron. Ellos respondieron que fueron bautizados “en el bautismo de Juan” (Hech. 19:3).
Entonces Pablo procedió a explicarles la relación entre el bautismo de Juan y el bautismo cristiano: “Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús” (Hech. 19:4).
Después de ser guiados a una comprensión más plena de la fe cristiana, estos hermanos creyentes estaban dispuestos a ser bautizados “en el nombre del Señor Jesús” (Hech. 19:5).
Después del bautismo, Pablo “les impuso las manos, el Espíritu Santo vino sobre ellos, y empezaron a hablar en lenguas y a profetizar” (Hech. 19:6, NVI).
Parece haber una conexión entre el derramamiento del Espíritu Santo
en Jerusalén el día de Pentecostés para preparar a un núcleo de creyentes
para la comisión evangélica, la recepción del Espíritu Santo por parte de los
creyentes de Cesarea (Hech. 10:46), y finalmente el don del Espíritu Santo
otorgado sobre los discípulos de Éfeso recién bautizados.
Bajo la concesión del Espíritu Santo, la misión cristiana avanzó desde Jerusalén hasta Cesarea, hasta Éfeso y hasta el fin de la tierra (Hech. 1:8). En estos diversos centros importantes, el Espíritu Santo se manifestó de un modo especial, revelando la progresión en la evangelización del mundo.
Lucas informa la concesión del don de lenguas en Éfeso con la misma
terminología que utiliza para la manifestación de las lenguas anteriormente
en Jerusalén y posteriormente en la ciudad de Cesarea.
El intento es mostrar que el don para los creyentes de estas tres ciudades, Jerusalén, Cesarea y Éfeso era el mismo; a saber, el milagro de hablar en lenguas extranjeras.
Hablar en lenguas y profetizar
La capacidad de “profetizar” representaba un nuevo aspecto de la señal externa de recibir el Espíritu Santo. “El Espíritu Santo vino sobre ellos, y empezaron a hablar en lenguas y a profetizar” (Hech. 19:6, NVI).
Este es el primer pasaje del Nuevo Testamento que vincula los dos dones espirituales de hablar en lenguas y de profetizar. Más adelante veremos que Pablo habla de profetizar en Corinto en el sentido amplio de comunicar un mensaje de exhortación de parte de Dios a la congregación.
“El que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación” (1 Cor. 14:3).
Este ministerio profético de “edificación, exhortación y consolación” (1 Cor. 14:3), no estaba restringido a algunos “profetas” con capacidades proféticas (como Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel), sino que estaba abierto a todos: “Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados” (1 Cor. 14:31).
En otras palabras, en algún momento dado cada miembro de la congregación puede recibir un mensaje de exhortación y consolación para compartir con la congregación.
En Hechos 19:6, los dos dones espirituales de hablar en lenguas y de
profetizar se mencionan juntos, al parecer porque servían para una función
en común.
Los creyentes que recibieron el don de hablar lenguas extranjeras también recibieron un mensaje de “edificación, exhortación y consolación”.
El don de hablar en una lengua extranjera sería de poco valor si el que habla además no recibe del Espíritu Santo un mensaje de exhortación y de edificación para la congregación. La gente es edificada y convertida no por el sonido de una lengua extranjera, sino por el mensaje que está siendo proclamado.
Más adelante, veremos que en Corinto Pablo distingue entre los dos dones, al parecer porque los que hablaban en lenguas estaban empleando mal el don para edificarse a sí mismos en lugar de edificar a la congregación: “El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia” (1 Cor. 14:4).
Por esta razón, Pablo coloca el don del discurso profético por encima del don de lenguas: “Mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación” (1 Cor. 14:5).
Hechos 19:6 no sugiere que el don de profetizar sea mayor que el de hablar en lenguas. De hecho, este último es mencionado primero, sugiriendo que los dos eran iguales. Las razones podrían ser que los problemas con el hablar en lenguas que preocupaban a la congregación de Corinto aún no estaban presentes en Éfeso.
La capacidad de “profetizar” representaba un nuevo aspecto de la señal externa de recibir el Espíritu Santo. “El Espíritu Santo vino sobre ellos, y empezaron a hablar en lenguas y a profetizar” (Hech. 19:6, NVI).
Este es el primer pasaje del Nuevo Testamento que vincula los dos dones espirituales de hablar en lenguas y de profetizar. Más adelante veremos que Pablo habla de profetizar en Corinto en el sentido amplio de comunicar un mensaje de exhortación de parte de Dios a la congregación.
“El que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación” (1 Cor. 14:3).
Este ministerio profético de “edificación, exhortación y consolación” (1 Cor. 14:3), no estaba restringido a algunos “profetas” con capacidades proféticas (como Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel), sino que estaba abierto a todos: “Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados” (1 Cor. 14:31).
En otras palabras, en algún momento dado cada miembro de la congregación puede recibir un mensaje de exhortación y consolación para compartir con la congregación.
En Hechos 19:6, los dos dones espirituales de hablar en lenguas y de
profetizar se mencionan juntos, al parecer porque servían para una función
en común.
Los creyentes que recibieron el don de hablar lenguas extranjeras también recibieron un mensaje de “edificación, exhortación y consolación”.
El don de hablar en una lengua extranjera sería de poco valor si el que habla además no recibe del Espíritu Santo un mensaje de exhortación y de edificación para la congregación. La gente es edificada y convertida no por el sonido de una lengua extranjera, sino por el mensaje que está siendo proclamado.
Más adelante, veremos que en Corinto Pablo distingue entre los dos dones, al parecer porque los que hablaban en lenguas estaban empleando mal el don para edificarse a sí mismos en lugar de edificar a la congregación: “El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia” (1 Cor. 14:4).
Por esta razón, Pablo coloca el don del discurso profético por encima del don de lenguas: “Mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación” (1 Cor. 14:5).
Hechos 19:6 no sugiere que el don de profetizar sea mayor que el de hablar en lenguas. De hecho, este último es mencionado primero, sugiriendo que los dos eran iguales. Las razones podrían ser que los problemas con el hablar en lenguas que preocupaban a la congregación de Corinto aún no estaban presentes en Éfeso.
El bautismo del Espíritu, ¿tiene como resultado la glosolalia?
Al haber considerado todos los pasajes del libro de Hechos que mencionan
el hablar en lenguas, ahora podemos abordar la pregunta: El bautismo
del Espíritu Santo, ¿automáticamente tiene como resultado la glosolalia? Esta afirmación, comúnmente hecha por muchos pentecostales y carismáticos actuales, no encuentra sustento en Hechos.
Primero, hemos visto que, en el libro de Hechos, el don de hablar en lenguas no es la glosolalia moderna como discurso ininteligible, sino la capacidad de hablar lenguas extranjeras para comunicar el evangelio a
muchas naciones.
Segundo, los creyentes de Éfeso fueron bautizados en el nombre de Cristo, no del Espíritu Santo. Después del bautismo, Pablo les impuso las manos a los nuevos creyentes, quienes recibieron el Espíritu Santo que se manifestó en la capacidad de hablar en lenguas y de profetizar. Esto significa que el bautismo del Espíritu Santo preparaba a los creyentes para hablar en lenguas y profetizar.
Por contraste, los pentecostales limitan el bautismo del Espíritu Santo solo al hablar en lenguas. Según parece, la razón es que los que supuestamente reciben el don de hablar en lenguas en el bautismo del Espíritu Santo solo pueden pronunciar discursos ininteligibles que no pueden ser usados para la edificación de la congregación con un mensaje profético de “edificación, exhortación y consolación” (1 Cor. 14:31).
Tercero, “el libro de Hechos informa que diversas personas en varios contextos fueron bautizadas sin hablar en lenguas. Algunas de ellas incluyen los 3.000 en Pentecostés (Hech. 2:41), el eunuco etíope (Hech. 8:38-39), el mismo Pablo en Damasco (Hech. 9:18), Lidia y su familia (Hech. 16:15), y el carcelero de Filipos y su familia (Hech. 16:33)”.23
Finalmente, Hechos menciona a personas como Pedro (Hech. 4:8),
Esteban (Hech. 7:55) y Pablo (Hech. 13:8), que fueron llenos del Espíritu
Santo pero no hablaban en lenguas.
Al haber considerado todos los pasajes del libro de Hechos que mencionan
el hablar en lenguas, ahora podemos abordar la pregunta: El bautismo
del Espíritu Santo, ¿automáticamente tiene como resultado la glosolalia? Esta afirmación, comúnmente hecha por muchos pentecostales y carismáticos actuales, no encuentra sustento en Hechos.
Primero, hemos visto que, en el libro de Hechos, el don de hablar en lenguas no es la glosolalia moderna como discurso ininteligible, sino la capacidad de hablar lenguas extranjeras para comunicar el evangelio a
muchas naciones.
Segundo, los creyentes de Éfeso fueron bautizados en el nombre de Cristo, no del Espíritu Santo. Después del bautismo, Pablo les impuso las manos a los nuevos creyentes, quienes recibieron el Espíritu Santo que se manifestó en la capacidad de hablar en lenguas y de profetizar. Esto significa que el bautismo del Espíritu Santo preparaba a los creyentes para hablar en lenguas y profetizar.
Por contraste, los pentecostales limitan el bautismo del Espíritu Santo solo al hablar en lenguas. Según parece, la razón es que los que supuestamente reciben el don de hablar en lenguas en el bautismo del Espíritu Santo solo pueden pronunciar discursos ininteligibles que no pueden ser usados para la edificación de la congregación con un mensaje profético de “edificación, exhortación y consolación” (1 Cor. 14:31).
Tercero, “el libro de Hechos informa que diversas personas en varios contextos fueron bautizadas sin hablar en lenguas. Algunas de ellas incluyen los 3.000 en Pentecostés (Hech. 2:41), el eunuco etíope (Hech. 8:38-39), el mismo Pablo en Damasco (Hech. 9:18), Lidia y su familia (Hech. 16:15), y el carcelero de Filipos y su familia (Hech. 16:33)”.23
Finalmente, Hechos menciona a personas como Pedro (Hech. 4:8),
Esteban (Hech. 7:55) y Pablo (Hech. 13:8), que fueron llenos del Espíritu
Santo pero no hablaban en lenguas.